Desde los años 70 se ha instalado en el mundo sobre todo occidental, lo que hoy se conoce como la cultura de las dietas.
El ser humano por naturaleza tiene una imperiosa necesidad de pertenencia, una necesidad podríamos decir vital de no quedar apartado o aislado de su comunidad o grupo. Este sentimiento de pertenencia permitió que el hombre y la mujer pudieran sobrevivir a lo largo de la historia de la humanidad. Hace 10.000 años pertenecer a una comunidad significaba tener más posibilidades de sobrevivir a animales, otras tribus y a catástrofes naturales.
Actualmente, este sentimiento de pertenencia ha ido cambiando y hace tiempo que ya no está en juego nuestra supervivencia, pero si se ponen en juego otros aspectos que tienen que ver con nuestro bienestar emocional/afectivo y nuestra manera de percibirnos a nosotr@s mism@s en comparación con nuestr@ pares.
Desde hace unas décadas, tener un cuerpo que cumpla con unos cánones de belleza muy definidos, garantiza a las personas, especialmente a las mujeres, una sensación interna de estar haciendo lo correcto, adecuado y sobre todo estar “sanas”. Entonces de forma automática, se tiene el refuerzo de ser valorada por la comunidad/sociedad a la cual pertenece.
Me referiré en adelante en femenino, a la experiencia de las mujeres porque creo que, aunque actualmente los hombres también tienen una fuerte presión en relación con sus cuerpos, con las mujeres esta presión es brutal y con consecuencias en su calidad de vida y en su salud mental.
· ¿Qué pasa con aquellas mujeres que tienen una talla diferente a la que dicta la norma?
· ¿Qué pasa con aquellas adolescentes y mujeres de todas las edades que no cumplen con este ideal de belleza: ¿MUJER DELGADA = MUJER EXITO?
· ¿Qué pasa cuando desde la sociedad en la que vivimos, desde la familia en la que crecimos nos llega el mensaje, a través de múltiples vías, que hay algo en nuestro cuerpo que no está bien, que no gusta y sobre todo que no es adecuado?
· ¿Qué pasa cuando se aprende con el tiempo a no confiar en las señales de hambre y de saciedad?
· ¿Qué pasa cuando desde los medios de comunicación, desde l@s profesionales de la salud se va interiorizando el mensaje de que un cuerpo de talla grande no sólo no es deseable, sino que es un riesgo para la salud?
Respondiendo a estas preguntas, la sociedad nos dice, que no tener un cuerpo muy delgado, es sinónimo de una persona dejada, que no se cuida, y que es esclava de sus impulsos.
Existe la creencia firmemente instalada de que esta mujer no está haciendo lo suficiente, y que no tiene la fuerza de voluntad que requiere llegar a ese “peso ideal”.
En la cultura del “tú puedes”, solo con desearlo se puede lograr. Existe una gran mayoría de la población que no está pudiendo.
Nunca hubo tanta información acerca de dietas, tratamientos, productos para adelgazar. Nunca hubo tant@s profesionales, influencers, youtubers, bloguer@s que hablen de dietas, ejercicios, etc. y la paradoja que nunca hubo tanta población con sobrepeso/obesidad y desórdenes de la conducta alimentaria.
Actualmente, la mayor parte de las consultas por estos desórdenes son sobre “comer compulsivo”. Hoy para un número muy significativo de mujeres de diversas edades, la relación con la comida y con su cuerpo, es un problema y es la causante de ansiedad, sentimientos de culpa y angustia.
¿A dónde nos ha llevado esta cultura de las dietas, productos de adelgazamiento e infinitos y costosos tratamientos?
Lo primero hay que decir que ha enriquecido a toda la industria que gira alrededor de las dietas para adelgazar y de los cuerpos “fit”.
Lo segundo, tengamos en cuenta, que es un negocio que se perpetúa a sí mismo. Las mujeres hacen una dieta, compran determinados productos y tratamientos, se apuntan a un gimnasio y al poco tiempo no solo recuperan el peso perdido, sino que suben más kilos, se pasará a otra dieta, comprará otros productos y cambiará de gimnasio…y así hasta el infinito.
Lo más grave de todo este proceso que se repite, es que la “culpa de los fracasos” siempre es de las mujeres/pacientes. No han tenido la suficiente fuerza de voluntad, no han estado a la altura de lo que se les pide.
Me quiero detener un momento en este concepto: fuerza de voluntad. El peso de una persona no depende solo de lo que come, entran en juego, múltiples factores, predisposición genética, tipos de metabolismo, problemas hormonales, estructura ósea, masa muscular.
Cuando hablamos de fuerza de voluntad se puede aplicar a alguna acción que tiene un principio y un final en el tiempo. Por ejemplo, preparar un examen, oposiciones, carné de conducir, estudiar una carrera. Es impensable para cualquiera, proyectar una vida a dieta (restrictiva, hipocalórica). Más bien podemos hablar de un estilo de alimentación o de un hábito.
La cultura de la dieta nos ha hecho creer que las personas, sobre todo aquellas que no tienen este cuerpo normativo, no son confiables a la hora de interpretar señales tan básicas como el hambre.
Debido a esto, nos han hecho creer que el control tiene que venir de fuera, un profesional que nos diga qué comer, cuándo y cuánta actividad física debemos realizar.
Las dietas nos alejan de un concepto relacionado con el autocuidado qué es la autorregulación. Este concepto tiene que ver con dirigir la atención a nuestro cuerpo y escuchar que necesita, qué alimentos le sientan mejor, que actividad física precisa para su bienestar y salud.
Desde esta perspectiva, el concepto de sano es atender a mis necesidades de forma consciente y flexible.
La cultura de la dieta nos hizo creer que existen alimentos permitidos y prohibidos y que enmascarándolos con la etiqueta de “sanos” nos venden productos “dietéticos”, muchos de los cuales son ultra procesados, con químicos y conservantes. Creemos de una forma distorsionada que si atendemos a nuestras necesidades siempre vamos a querer pizzas o galletas.
Estos alimentos no son buenos o malos en sí mismos. Compensan, gratifican, consuelan, y castigan según la función que les damos.
A lo largo de muchos años de trabajar con mujeres y el “Comer Compulsivo”, he acompañado procesos terapéuticos de muchas de ellas, que se daban atracones con productos 0% de grasas, light, 0 azúcares añadidos, etiquetados como dietéticos.
Se trata de reconectar con señales que traemos al nacer, de entrenar la capacidad de autorregulación, de atender a nuestras necesidades, sin culpa y sin miedo.
En la consulta con mujeres que tienen esta relación distorsionada con la comida y con su cuerpo, que vienen de años de infinitas dietas, con una desconexión de sus señales de hambre y saciedad, trabajo y promuevo esta escucha consciente y atenta desde la flexibilidad y respeto a sí mismas.
Elegir un estilo o forma de alimentarnos, sería retomar el contacto consigo mismas desde una mirada respetuosa y confiar que cada vez que tenga hambre no comeré pizzas o galletas.
Es un proceso progresivo para recuperar la autoconfianza y autovaloración perdida por muchos años de dietas, restricciones y “autorreproches”.
No existe una sola forma adecuada de comer, existen tantas posibilidades, como personas acepten el desafío de emprender un camino de autoconocimiento y bienestar.
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