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EL HAMBRE DETRÁS DEL HAMBRE

Actualizado: 28 oct 2021

El alimento constituye el primer acto de amor- de contacto y por supuesto de manutención fisiológica de la vida.

Sin embargo, para muchas mujeres la comida constituye un drama, una obsesión o por último, es un tema conflictivo en algún momento de sus vidas.

¿Qué ocurre realmente con los alimentos que pasan a constituir una amenaza tan grande para la gran mayoría de las mujeres?

Dice Geneen Roth ( terapeuta especialista en desórdenes de la alimentación ): “La mayor parte del tiempo comemos según nuestra mente. La mayor parte del tiempo alimentamos nuestro cuerpo sin consultarlo. La mayor parte del tiempo, el momento en que comemos tiene poco que ver con para qué comemos: nutrición física, satisfacción, placer, un cuerpo sano.”


Desde hace décadas se ha promovido una cultura basada en las dietas, con mensajes que se van internalizando a través de la familia, de los medios de comunicación; que afirman que hay un cuerpo adecuado y otros que no lo son.

A pesar que se ha demostrado que el peso de una persona no lo determina sólo lo que come, seguimos cayendo en la trampa y en una falsa ilusión: existe una forma de alimentarnos correctamente. La dieta de la alcachofa, la disociada, la de la NASA, y un sin fin de dietas más actuales, que en definitiva terminan haciendo “culpables” a las personas que las hacen y las sufren, de su fracaso.

Las dietas restrictivas, basadas en el control y recuento de calorías, suelen promover atracones/ compulsión. Nos alejan de una forma de comer consciente y en sintonía con el cuerpo.


El comer compulsivo corresponde a un porcentaje altísimo de las consultas que llegan por desórdenes de la alimentación ( DA )


Una consultante dijo: “Para mí un atracón es como entrar en trance”.


Los DA son desórdenes psicológicos/emocionales, si comemos con nuestra mente, lo haremos desconectadas del cuerpo. El cuerpo sabe que necesita, cuando tiene hambre y cuando está satisfecho. El problema viene cuando comemos absolutamente desconectadas de él y de sus señales. La cultura de la dieta ha hecho su trabajo y ha promovido una idea de control y restricción y una forma de comer muy mental y con una idea de control externo, alguien que no es mi propio cuerpo, me dice que tengo que comer, cuando y cuánto.

La mujer que come de forma compulsiva, lo vive con mucho sufrimiento, en aislamiento y con una permanente sensación de frustración, de fracaso, ineficacia y descontrol. La comida no termina por resolver sus problemas; al contrario, agrega sentimientos de culpa, fracaso, ineficacia y descontrol. Estas mujeres no tan solo sufren daños orgánicos diversos, sino que se afecta profundamente su autoestima, su autoconfianza, la relación consigo misma y con el mundo.


El CC nada tiene que ver con la falta de voluntad, creencia que está muy arraigada en la mayoría de la gente. Las mujeres que la sufren, si bien reconocen que su comportamiento es muy destructivo, no pueden parar. En la consulta, confirman que previo a los atracones y a comer de forma compulsiva, vienen de un largo historial de dietas que fracasan.

El comer compulsivo está directamente relacionado con las consecuencias que tienen las pautas de socialización femenina en relación al cuerpo, a un ideal de belleza y en relación a la comida.

A través de la comida las mujeres demostramos a los seres queridos cariño, cuidado, bienestar; y para nosotras mismas se convierte en una amenaza, en aquello que nos engorda, nos hace daño y nos aleja del ideal de belleza que impera en la actualidad en nuestra sociedad.

Todo va contribuyendo a que la comida para muchas mujeres se convierta en la anestesia de experiencias dolorosas, de insatisfacción, se convierte en la única forma de gratificación conocida, de consuelo o de castigo.


¿Qué camino les queda entonces a las mujeres cuando viven en un contexto que les dice:

“¿Sé buena, tolerante, aguantadora, desinteresada, altruista, humilde, pasa desapercibida, pero por el otro lado percibe concretamente que lo que se valora socialmente es a alguien que es capaz de ser independiente, de ganar dinero, de opinar por sí mismo, de ser activo, competitivo, hábil y seguro de sí mismo?

¿Cómo sentirse valiosa si dedica su vida a cosas que son vistas como “naturales”, que no tienen reconocimiento ni económico ni de ningún tipo? ¿Y cómo se hace para además hacer todo alegremente, equilibradamente y sintiéndose satisfecha?

¿Cómo hacer para aprender a vivir de otra manera que no sea en el autosacrificio, la vivencia de culpa, la inflexibilidad, la dependencia a la comida y a otras sustancias, la búsqueda de un cuerpo ideal y las declaraciones de felicidad falsa?


Una consultante decía: …” la comida es como la energía que necesito para seguir dando(me) al mundo”...


El primer paso para liberarse de la compulsión por comer es comer cuando se tiene hambre. En el comer compulsivo no se come por hambre.

Para comer cuando se tiene hambre se comienza por atreverse a sentir hambre. Si se utiliza el alimento para llenar vacíos, anestesiar emociones o hacer frente a situaciones difíciles, la idea de no hacer dieta y animarse a comer de forma consciente, puede provocar inseguridad, miedo y/o resistencia. La cultura de las dietas ha ido instalando la creencia que no soy una persona confiable a la hora de ser consciente del hambre y de cómo saciarla.


Uno de los principales objetivos terapéuticos a lograr en un tratamiento de DA, tiene que ver con el concepto de AUTORREGULACIÓN: comer de forma consciente y poder diferenciar hambre física del hambre emocional.

Hay una creencia muy fuertemente arraigada en todas nosotras que es “si como cuando tenga hambre, no voy a poder parar”. Esta creencia tiene que ver con los años de infinidad de dietas qué se comienzan y se dejan, con los años de percibir a nuestro cuerpo como traicionero y poco confiable. Está comprobado que, las restricciones y privaciones impuestas por dietas hipo-calóricas provocan nuevos ataques de comer compulsivo y subsiguientes subidas de peso. Este fenómeno se lo conoce como efecto yo-yo.


Geneen Roth, dice en relación con esto último: “Nadie tiene porque decirte cuando debes comer: tu cuerpo te lo dice. Si lo escuchas cuando dice que comer, también puedes oírlo cuando te dice: basta”. Cada persona lo siente de manera diferente y lo importante es tomar conciencia que no tenemos la misma hambre todos los días ni siempre a la misma hora.


El deseo de comer cuando no se tiene hambre es un buen indicador de que se desea algo menos tangible que la comida pero que no se sabe qué es o se tiene la sensación de no ser capaz de conseguirlo.

El hambre física es del cuerpo y se satisface con alimento. El hambre emocional es de los afectos y los vínculos y no se satisfacen con comida.

Las mujeres comienzan poco a poco a lo largo del proceso terapéutico a poder elegir, a estar mas conscientes de su hambre y de su cuerpo en general. Con las dietas no se puede elegir. Ellas restringen nuestras elecciones y opciones y excluyen las necesidades emocionales y psicológicas.


No quiero olvidarme de retomar otra creencia muy internalizada en nuestra sociedad que es: MUJER DELGADA = MUJER ÉXITO. En la fantasía colectiva, estar delgada cambia toda la vida de una mujer. Se puede obtener: belleza, amor, sexo, éxito profesional y social, etc.

Las mujeres persiguen ese ideal de belleza, sin importar el costo físico y emocional que tenga. Las mujeres odiamos nuestros cuerpos, como sí con la intensidad de nuestro odio pudiéramos obligarlos a cambiar. Los mensajes negativos y auto-destructivos van mermando nuestra autovaloración, autoconfianza y un número en una balanza pareciera que define “quienes somos” y “cuál es nuestra eficacia y valía”.


Recientemente, se publicó en un periódico, que, según un sondeo de Ipsos, en España un 3% de la población se ha sometido a alguna intervención de cirugía estética pero lo más alarmante de estos datos es que el 7% plantea hacerlo en un futuro.

Entonces, pareciera que el cuerpo se ha convertido en un campo de batalla donde vivimos nuestros conflictos de identidad, emocionales o vinculares. Existe una creencia mágica, muy fuertemente instalada en nuestra sociedad, que un conflicto interno de ese tipo se resuelve solucionando un problema externo.

Antes de terminar, me gustaría abordar un concepto que está asociado a una palabra que las mujeres que sufren el comer de forma compulsiva, escuchan con mucha frecuencia: CONTROL.

Desde muy temprano se aprende que existe algo incontrolable como es el hambre. Viven inmersas en el terror a la comida, al chocolate; convencidas que si pudieran llegar a controlar esa parte de ellas; todo lo demás armonizaría y sus vidas serían tan “plenas”...

Esta creencia no es más que una fantasía y sustentada por una industria de mueve billones de euros al año.


Según Geneen Roth: “Una compulsión es una valiosa mensajera, cuenta una historia, hace una afirmación o una pregunta...”

A través de la terapia, el desafío consiste en animarse a entender cuál es el mensaje para cada una, y a entrenar el comer de forma más consciente.



DERECHOS INALIENABLES DE LAS MUJERES POR UN COMER PLACENTERO Y SIN CULPA


1.- NO a las dietas restrictivas, porque aumentan tus ataques compulsivos.


2.- NO al recuento de calorías, porque te obsesionan.


3.- NO al consumo de alimentos cómo anestesia para tapar tus rabias, frustraciones, tristezas.


4.- NO a la talla única.

5.- NO a la madre de aviso publicitario.


6.- NO a la complacencia.

7.- SI al comer más consciente, al placer por la comida, masticando más lento y degustándola.


8.- SI a tu gran belleza interna y externa.


9.- SI a elegir alimentos, movimientos y cuidados, que estén alineados con mi bienestar.


10.- SI al derecho a decir que “no” sin culpas.


11.- SI al derecho a expresar tus emociones.


12.- SI a ser distinta porque eres única.


PARA HACERTE VISIBLE NO NECESITAS HACERLO A TRAVÉS DE TU CUERPO SINO VISIBILIZARTE A TRAVÉS DE TUS IDEAS, TU FORMA DE SER, TUS PROPUESTAS Y TUS ALEGRÍAS.










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